Por el Ing. Fernando Padilla Farfán
La democracia mexicana no se puede entender sin los contrapesos que limiten al poder ejecutivo. Todos los gobiernos, del régimen que sea, tienden a los excesos. Así lo ha registrado la historia política de las sociedades en el mundo. No puede existir la concentración del poder en el partido dominante o, lo más inadecuado, en un solo hombre.
La democracia demanda que se respeten todas las voces y se resguarden los derechos de las minorías.
Es importante considerar que los contrapesos deban ser con testimoniales, asertivos y propositivos, que balanceen apropiadamente los criterios y las decisiones.
Desde la perspectiva institucional, sería el poder legislativo la esfera correcta para contraponer, con argumentos válidos, al poder político del presidente de la República. Es en este poder donde radica la representación de todos los mexicanos, donde se resume la pluralidad de la nación. Esa función del Congreso sería complementaria de la agenda legislativa.
El Congreso de la Unión es una institución del Estado mexicano que, además de sus funciones primordiales, puede convertirse en el contrapeso natural del Ejecutivo. La dignidad del poder legislativo como balance del poder ejecutivo, se vería fortalecida al tiempo que se vigorizaría la democracia representativa. Es correcto mencionar que en el tema de los contrapesos llevan amplia responsabilidad los partidos de oposición.
Los consensos y los acuerdos entre Morena, como partido mayoritario, y los partidos minoritarios o de oposición; son necesarios no tan solo para mantener la estabilidad de la política nacional, sino para que le sirvan al presidente de la República, Lic. Andrés Manuel López Obrador, para la correcta toma de decisiones.
Cuando un congreso está dividido, se convierte en necesidad imperante hacer política. La diatriba, las acusaciones mutuas y los discursos sin fundamento, deben ser suplantados por la sensatez y la visión de Estado, para construir los acuerdos que el país necesita.
El presidente López Obrador no necesita, en principio, de acuerdos para avanzar en su agenda legislativa. Cuenta con el número de votos suficiente. Pero en el caso de las reformas constitucionales, el mandatario requiere de la mayoría calificada que Morena no tiene. Para conseguir los votos, son necesarios los acuerdos con los integrantes de las bancadas de los partidos políticos representados en cada una de las cámaras.
Para bien de los representados, los partidos deben retomar la verdadera esencia para lo que fueron creados: ser los canales institucionales de las expresiones políticas de la gente. Las dirigencias partidistas deberán exhortar a sus representantes en el Congreso de la Unión, que participen sin protagonismos, al margen de intereses personales, preservando, sobre todo, los intereses del pueblo al que representan. En términos de la civilidad política, los diputados y los senadores tendrán que alejarse de la tentación de convertirse en diques para el nuevo gobierno.
En el asunto de los contrapesos deben incluirse organismos autónomos, organizaciones civiles y medios de comunicación. Tampoco es absurdo que senadores y diputados de Morena, formen parte de esos equilibrios. Aunque sean mayoría, será útil su participación para determinar la viabilidad de las propuestas que el Ejecutivo envíe al congreso. Esto apoyará a que las decisiones transiten por los senderos de la certidumbre y la transparencia.
Un ejemplo de la conveniencia de los contrapesos, es la reciente aprobación en el Senado de la Guardia Nacional, que gracias a la aceptación que el mando fuera civil, el voto de los senadores fue unánime.